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La Gente de Agua [de Bajo Baudó, Chocó]


gente en el agua del río baudó

POR: Wisthon Andrés Abadía Mosquera

Foto hecha por Wisthon Abadía. Imágen del Río Baudó, Municipio del Bajo Baudó, Chocó. La gente de agua.


Sobre las orillas de uno de los ríos más importantes de Colombia vive la gente de agua: hombres, mujeres, ancianos, niños y niñas que llevan sobre sí la herencia de África marcada en los gestos y el movimiento del cuerpo. Esta gente que hace la vida con el recurso más importante del planeta, construye la tierra, los ríos y los mares con sus historias milenarias.

El agua en las inmediaciones del Chocó es un universo completo que congrega lo humano y lo no humano. Aves, peces, mamíferos y gentes, se juntan en una misma marea para convivir.


El Baudó es el río que se une con el mar para movilizar personas, razones, amores, noticias, alimentos y las historias más maravillosas desde la espesa serranía hasta la magia del manglar. Éste es un río con la fuerza de un dios, por donde navegan hombres y mujeres que suben y bajan en sus embarcaciones, dispersando la vida de un lado a otro, de la manera más cotidiana.


Por estas aguas que lo han fecundado todo a su alrededor, se escuchan gritos que van y vienen, traen y llevan bochinches, advertencias, saludos y risas. Pescadores y agricultores, gente que siembra la tierra y el río a la misma vez.


El Río Baudó con su sabiduría retrasa lo que cree conveniente y hecha orilla abajo lo que de ahí se debe ir. Y aunque aquí no hay trancón como en las grandes ciudades, por las aguas de uno de los ríos más importantes del mundo, transitan diariamente cientos de botes, lanchas, pangas, champas y canoas, en un desfile de caras largas y felices que salen o regresan de sus casas.


Así es la gente de agua, la gente del Baudó, quienes llevan inundado el corazón de magia


El Baudó para mi significa una conexión con el territorio de esta zona del Chocó, es una conexión con la familia y la ancestralidad, y un muy buen ejemplo de que para la naturaleza y la vida en general, no existen limites ni geografías políticas. Aunque yo crecí en otro departamento bastante lejos, mi familia materna y paterna es del Bajo Baudó.


Desde muy pequeño mis vacaciones fueron en la casa de mis abuelos, a orillas de ese gran río que, a falta de electricidad, se convertía para nosotros en un programa de televisión que duraba 24 horas del día, en una especie de pantalla en la que mi hermano y yo nos podíamos sumergir con permiso y supervisión de mis papás, o simplemente nos podíamos sentar a tomar café y ver la gente pasar.


Aunque luego de unos años la región fue dividida en Alto, Medio y Bajo Baudó (el río se convirtió en tres municipios), para nosotros seguía siendo el mismo río en el que pasaban desde grandes barcos hasta pequeñas embarcaciones de pescadores y que conectaba a la gente con mensajes, saludos y pedidos que eran enviados desde el Bajo hasta el Alto y viceversa, y en ese cruce de mensajes que enviaban y recibían mis padres o mis abuelos, a mí me quedaba siempre claro que había familia en varias partes de ese río, más arriba y más abajo.


A muchos de ellos no los conocí, pero recibí sus afectos por el hecho de que yo era nieto de mis abuelos, de que tenía sus apellidos y de que estaba conectado con ese río. En esos términos si el agua es considerada como fuente de vida (biológica), el río Baudó tendría que ser considerado la gran fuente de la vida de las comunidades, su posibilidad de construir familia por fuera de los limites geopolíticos, es lo que hace posible mantener lazos familiares y generar conexiones identitarias con el territorio.


Después de muchos años y de la muerte de mis padres, yo regresé al Baudó por cuenta del trabajo con Wildlife Works y el proyecto REDD+, y puedo dar fe de que esas conexiones con el río y la gente siguen vivas.


ENGLISH:


Photo by Wisthon Abadía. Image of the Baudó River, Municipality of Bajo Baudó, Chocó. The water people.


On the banks of one of the most important rivers in Colombia live the people of water: men, women, elders, boys and girls who carry the heritage of Africa marked in the gestures and movement of their bodies. These people who make life with the most important resource of the planet, build the land, the rivers and the seas with their millenary stories.


Water in the vicinity of the Chocó is a complete universe that brings together the human and the non-human. Birds, fish, mammals and people come together in the same tide to coexist.


The Baudó is the river that joins the sea to mobilize people, reasons, loves, news, food and the most wonderful stories from the thick mountain range to the magic of the mangrove. This is a river with the strength of a god, where men and women sail up and down in their boats, dispersing life from one side to the other, in the most daily way.


Through these waters that have fertilized everything around them, we hear shouts that come and go, bring and take bochinches, warnings, greetings and laughter. Fishermen and farmers, people who sow the land and the river at the same time.


The Baudó River with its wisdom delays what it thinks is convenient and makes downstream what should go from there. And although here there is no traffic jam as in the big cities, hundreds of boats, launches, pangas, champas and canoes pass daily through the waters of one of the most important rivers in the world, in a parade of long and happy faces that leave or return from their homes.


These are the people of the water, the people of the Baudó, whose hearts are flooded with magic.


The Baudó for me means a connection with the territory of this area of Chocó, it is a connection with family and ancestry, and a very good example that for nature and life in general, there are no limits or political geographies, although I grew up in another department quite far away, my maternal and paternal family is from Bajo Baudó.


From a very young age my vacations were at my grandparents' house, on the banks of that great river that, in the absence of electricity, became for us a 24-hour television program, a kind of screen in which my brother and I could immerse ourselves with the permission and supervision of my parents, or we could simply sit and drink coffee and watch the people go by.


Although after a few years the region was divided into Upper, Middle and Lower Baudó (the river became three municipalities), for us it was still the same river on which passed from large boats to small fishing boats and which connected people with messages, greetings and requests that were sent from the Lower to the Upper and vice versa, and in that crossing of messages sent and received by my parents or my grandparents, it was always clear to me that there was family in various parts of that river, further up and further down.


Many of them I did not know, but I received their affection for the fact that I was the grandson of my grandparents, that I had their surnames and that I was connected to that river. In these terms, if water is considered the source of life (biological), the Baudó River should be considered the great source of life for the communities, its possibility of building families outside of geopolitical limits is what makes it possible to maintain family ties and generate identity connections with the territory.


After many years and the death of my parents, I returned to the Baudó because of the work with Wildlife Works and the REDD+ project, and I can attest that these connections with the river and the people are still alive.


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